Santiago Craig y una literatura entre lo mundano y lo de otro mundo

Compartir:

“Las tormentas”, de Santiago Craig, editado en octubre por editorial Entropía.

Los personajes de Santiago Craig en su nuevo libro de cuentos, Las tormentas, suelen ser rutinarios; ven pasar desde afuera las modas y corrientes, se mantienen como rocas en el medio de ríos que los atraviesan. Son oficinistas, vendedores en locales de shoppings, padres de familia que eligen vacaciones tranquilas, gente de barrio cuya juventud quedó o va quedando atrás. Con una época de oro -o sin ella- que a veces puede aparecer sólo en forma de evocación.

Casi todos ellos están inmersos en sus rutinas: atender el local, tareas administrativas, hacerse cargo de los hijos. Pero es en el medio de esas jornadas (con rutinas rígidas como una trinchera, en palabras del autor) donde aparecen las tormentas de imaginación que caracterizan los relatos de Craig, como expiación de lo cotidiano, como lucha contra el tedio, tironeando contra los días que pasan y se transforman en cosas nuevas.

Cuando las rutinas no están, sus opuestos más directos irrumpen como contexto de los relatos: vacaciones y mudanzas, como en el caso de Hacer un pozo y meterse adentro, Mudanza e Ir unos días a un lugar sin nadie a descansar.

Más allá de la escritura precisa, llena de recursos, referencias a un mundo propio y al imaginario de una generación que, en cierta forma, perdió el protagonismo (el autor nació en 1978), son estos estallidos de imaginación que se dan entre las vidas de los personajes, los que marcan el pulso, el común denominador de los relatos.

Así aparecen las misteriosas visitas de personajes fantasmales de otras provincias, los padres fanáticos del fenómeno ovni, madres postizas reales o imaginarias, estatuas de próceres que cobran vida y se dedican a la destrucción del mundo posterior, o bien ríos llenos de rayas peligrosas que jamás aparecen.

Pero también hay lugar para el refugio, para los pequeños espacios de salvación cotidiana, valiosa y terrenal: los hijos, la vida de pareja y las series en la cama, como salvoconducto ante lo incierto y peligroso de estos caprichos de la mente. El resguardo que brindan los días que pasan iguales, pero siempre al borde de quebrarse, como hielo fino.

La palabra del autor

En diálogo con Infobae, el autor respondió a algunos detalles en torno a su nueva publicación y su carrera, que cuenta con varios premios locales e internacionales como el Primer Premio Cambaceres de la Biblioteca Nacional por su cuento Elefante (Interzona), Primer Premio de Poesía de la Provincia de Córdoba y una mención especial en el Premio Iberoamericano de Cádiz por Las tormentas.

-Muchos escritores desdeñan los concursos literarios. Vos participaste y ganaste varios. ¿Lo tomás como un ejercicio, un desafío?

-Los concursos son la forma más fácil de dar por terminados los textos. Más que ganar o no ganar, es una forma de sentir que lo que hago tiene alguna fecha de entrega, un contexto de contención. Si escribo y mando a un concurso hay como una secuencia, un borde. No es un desafío en el sentido de ganar un concurso, sino más bien de escribir, corregir, tomarme el tiempo. La escritura siempre tiene que ver con un tiempo marginal, medio robado a otra cosa y los concursos ayudan a sedimentar esa excusa.

-Varios de los personajes de Las Tormentas tienen vidas sin nada fuera de lo común y sufren repentinos raptos de imaginación y fantasía. ¿Qué te llevó a hacer de ese uno de los recursos centrales?

-Es una lectura posible, sí. Yo no se si lo había pensado así cuando iba escribiendo los cuentos. Me parece que lo cotidiano y lo extraño están siempre emparentados. Desde que era chico escribía o dibujaba historias en las que había siempre dos mundos, uno ideal o mágico y otro más doméstico. Con los años, esos mundos mágicos, a lo mejor se volvieron un poco más oscuros o siniestros o, ni siquiera eso, más bien raros. Yo siento que escribo acerca de cosas que son ciertas. Son ciertas para mí al menos.

-Lo generacional también tiene peso. Casi todos los protagonistas son pre-millennials, por ponerlo en algún término. ¿Qué le encontrás a esa generación más allá de lo autorreferencial?

-Bueno, yo soy pre-millenial. Con todo lo que eso quiera decir. En Las Tormentas hay chicos, y hay otros personajes que no son de mi edad, digamos, pero puede ser que el punto de vista esté marcado por eso generacional que mencionás. Yo no pienso mucho desde lo generacional, sino más bien, desde experiencias compartidas en ciertos momentos de la vida. Por ejemplo: la gente que tiene hijos chicos en un contexto económico imprevisible, los adolescentes en algún pueblo de provincia, un señor viudo… hay algo universal en esas situaciones que va más allá. Lo propio de mi generación supongo que me atraviesa.

-¿Con que escritores de tu generación te identificás?

-Me gusta lo que escriben Federico Falco, Luciano Lamberti, Jorge Consiglio. Me gustan los cuentos de Samanta Schweblin. Me gusta mucho la poesía de Carlos Battilana, a quien conocí gracias a nuestra condición compartida de "cuervos". Leo mucho y me olvido, pero si hablamos de identificación, no sabría qué decir. Me fui formando una idea de lo que es escribir tan heterogénea que ya no se.

-Situaciones familiares como mudanzas y vacaciones también sirven de contexto para algunos de los cuentos. ¿Por qué?

-Porque, como te decía, son contextos que siento ciertos, verdaderos. Hay cosas autobiográficas deformadas, otras que invento. Me interesan, ya que mencionás las vacaciones y la mudanza, los momentos de cambio, esos paréntesis. Y la verdad es que medio que se me imponen esos temas. Ahora escribo una novela y aparecen las vacaciones, las tormentas, los nenes…Y digo ¿otra vez? Bueno, veremos qué pasa.

-¿Cómo se gestó la selección de cuentos que forma Las tormentas?

-Fue un trabajo en conjunto con los chicos de Entropía. Ellos me ayudaron mucho en ese sentido, yo les mandé muchos cuentos y fuimos descartando, reordenando, editando. Son cuentos que escribí a lo largo de varios años.

…………………

Las tormentas es algo así como una anti-lectura ideal para el verano que ya está ahí con escenarios, personajes y climas que encontrarán su eco en las páginas del libro. En los ocho cuentos el autor logra pasajes y situaciones memorables, con detalles tan ínfimos como valiosos: "Un viento acá es otra cosa. Un susurro recostado al borde de los toldos".

LEA MÁS:

Por qué la misteriosa historia de Kaspar Hauser es aún fascinante

Se llamaba Teresa, la sigo llamando Señora

____________

Vea más notas de Cultura

Salir de la versión móvil