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Reflexionar sobre el pasado para construir sociedades más diversas

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(Getty)

El 27 de enero, Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto, fue establecido por la ONU en 2005 para evocar a los seis millones de judíos asesinados por el régimen nazi durante la Segunda Guerra Mundial.

Como ministro de Educación de la Nación y embajador de la Argentina ante la Alianza Internacional para la Memoria del Holocausto (IHRA, por sus siglas en inglés), tengo la enorme responsabilidad de trabajar para preservar la memoria de las víctimas y los sobrevivientes de la Shoá.

En esta fecha conmemoramos la liberación del campo de concentración y exterminio nazi Auschwitz-Birkenau, en 1945; condenamos todas las manifestaciones de intolerancia religiosa, incitación, acoso o violencia contra personas o comunidades, basadas en el origen étnico, las creencias religiosas o cualquier tipo de subjetividades; y buscamos que todos los países miembros de la organización elaboren programas y actividades que ayuden a prevenir posibles actos de genocidio en el futuro.

El Holocausto tuvo características que lo hicieron único. A partir de una concepción particular y distintiva, tuvo una planificación siniestra y una ejecución sin antecedentes ni repeticiones de tal magnitud. La Shoá fue un exterminio ejecutado de manera industrial surgido de un odio visceral hacia la comunidad judía, pero que atentó contra la comunidad entera, contra la civilización.

Lamentablemente, el racismo, el antisemitismo y la xenofobia siguen presentes en muchos lugares del mundo. Es fundamental que estemos alerta y frenemos a quienes difunden palabras de odio, que siempre fueron el preludio de las grandes tragedias de la humanidad.

Estoy convencido de que solo la educación en la diversidad puede terminar con el odio. Por eso, eduquemos para que la diversidad sea un rasgo que defina a la Argentina, para que toda persona de cualquier parte del mundo, cualquiera sea el credo al que pertenece, o a ninguno, sus ideas políticas, su condición cultural, el color de su piel, su condición sexual, pueda sentirse a gusto en nuestro país.

Es crucial que eduquemos en el profundo respeto al otro, que transmitamos que el otro nos enriquece porque es distinto. No hay forma más efectiva de generar un cambio que educar a las generaciones de hoy, que son las que construirán el futuro.

Junto a la sociedad civil, a través de distintas organizaciones no gubernamentales, el Estado argentino está avanzando en el diseño y la implementación de programas educativos y políticas públicas para concientizar a nuestra sociedad sobre la Shoá.

Tenemos por delante el gran desafío de educar a nuestros niños y jóvenes para que aprendan y reflexionen sobre el pasado utilizando las herramientas del presente y aspiren, así, a construir sociedades más pluralistas y diversas.

El autor es ministro de Educación de la Nación.

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