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Peronismo: la reinvención inexorable

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En los hechos, asistir hoy a una reunión en el partido es como teletransportarse en el tiempo. Acudir a un ámbito en el que el vacío de ideas y debates sobre cuestiones nodales se salda con frases hechas y fetichismo por la simbología. En lo personal, me resulta poco atractivo y entiendo que repele la participación de cabezas y espíritus inquietos.

Desde hace varios años, con un grupo de jóvenes, intentamos introducir discusiones sobre el devenir del peronismo. Preguntas concretas: qué, cómo, con quiénes y, sobre todo, para qué. ¿Es posible llevar adelante un proceso de renovación e innovación al interior del partido? ¿Es necesario construir otra opción? En alguna oportunidad introduje estos interrogantes a dirigentes de gran trayectoria y la respuesta fue siempre la misma: evasión o un mecánico "no le hagas el juego a…".

Lo expuesto me lleva a pensar que el peronismo ha perdido la brújula. Está balcanizado, vetusto y sin reflejos. La pérdida de rebeldía comenzó hace tiempo, y estuvo signada por la falta de diálogo, los deseos de perpetuación en el poder y la expulsión de las disidencias, lo que culminó, a su vez, en una enorme pérdida de talento individual y colectivo.

Resulta evidente que, a nivel global, los partidos políticos atraviesan graves crisis de representatividad y ello podría ser, al menos, parte del diagnóstico. Sin embargo, desde el peronismo, en particular, hemos extraviado la capacidad de figurar a quiénes les hablamos, lo que constituye un límite a nuestra aptitud para articular demandas.

Considero que, en la sociedad contemporánea, en la que la información circula en inmensas cantidades, no basta con construir lineamientos generales y evocaciones macroestructurales. Nos hemos acostumbrado a esgrimir, frente a todo, la palabra neoliberalismo, como si mágicamente produjera un fenómeno de identificación y reacción frente a un supuesto opresor-adversario.

Todas esas alusiones no contemplan que somos exponentes de la sociedad del rendimiento, que pensamos, sentimos, nos relacionamos y vivimos distinto. Ni mejor, ni peor: distinto. El precariado nos atraviesa, la incertidumbre es para nosotros una realidad tangible, plagada de vértigo, emprendedurismo y falta de certezas. Frente a ello, es al menos inconveniente seguir hablándole a una "clase trabajadora" que, como emergente de la sociedad salarial del siglo XX, ya no existe como tal.

El peronismo que buscamos representar debe dar testimonio de su tiempo. Entiendo que es imperativo que desde el partido asumamos las nuevas demandas que la ciudadanía hizo oír en las urnas: calidad institucional, manejo de la información, eficiencia y eficacia en la implementación de políticas públicas, democratización de los ámbitos de participación, rendición de cuentas, transparencia, sustentabilidad ambiental y, por sobre todas las cosas, proximidad. Debemos ser dinámicos si no queremos desaparecer como opción, y a su vez repensar nuestro papel como oposición.

Por ello estamos forjando un programa, un plan de acción que busca ser genuino, y desde esa plataforma salir en la búsqueda de los mejores exponentes, personas con una nueva ética y épica, más próximas a las vivencias cotidianas de quienes pretendemos representar. Ni pleno empleo, ni Estado social, ni sociedad salarial parecerían ser respuestas idóneas en un contexto de emergencia de emprendedores, startups y monotributos (en el mejor de los casos). Al menos, desde el punto de vista experiencial. Las nuevas banderas que queremos levantar deben consagrar la justicia social, pero también la justicia ecológica y la justicia antipatriarcal. Desde ahí estamos gestando la reinvención del peronismo.

El autor es abogado. Referente de la Juventud Peronista de La Plata.

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