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Los mejores libros del 2017

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20-12-2017 | CULTURA | CUÁLES FUERON
Los mejores libros del 2017

Escritores, editores, intelectuales, periodistas y artistas seleccionaron para un medio digital nacional sus títulos preferidos del año.

Los balances apremian en los fines de ciclo y el mundo editorial lo vive con intenciones madurativas; esto es, abriendo al mercado nuevas propuestas de lecturas. Como en todo cierre, apelamos a las manifestaciones emocionales que nos acompañaron en el año. Y los libros vienen de la mano de esos afectos, brindando alegría, reflexión, pesares -cómo no-, y sobre todo generando nuevas inquietudes que nos enlazan a nuevas obras, otros autores.

2017 fue un año con gran actividad literaria tanto de mano de pequeñas editoriales independientes como de los grandes holdings. Infobae Cultura convocó a diferentes figuras, desde escritores a editores, pasando por periodistas especializados y artistas, para que revelen qué libros llegaron a sus manos y no pudieron soltar, aunque muchos referentes eligieron autoexcluirse al haber publicado alguna obra a lo largo del año. Este grupo de lectores calificados seleccionó, en su gran mayoría, obras del 2017, aunque también algunos no pudieron soslayar un título del año pasado, por que eligieron releerlo o, sencillamente, porque recién durante este periodo llegó a su biblioteca.

Esa crónica inmensa que no escapa a la subjetividad como resulta El salto de papá de Martín Sivak, la reedición urgente de los cuentos de Yates en Once tipos de soledad, los ojos de mujer en Las aventuras de la China Iron de Gabriela Cabezón Cámara fueron los más leídos junto a Me enamoré de una vegetariana de Patricia Kolesnicov, Olivos de Soledad Vallejos y Chicos de Varsovia de Ana Wajszczuk. Otro de los puntos destacados fue la elección de diferentes obras de Mariana Enríquez. Entre la ficción y el ensayo, la literatura infanto-juvenil, los títulos extranjeros; estas son las obras recomendadas por diferentes voces de la cultura.

Los recomendados

Flavia Pitella, periodista.

Ficción: Las aventuras de la China Iron, de Gabriela Cabezón Cámara (Literatura Random House). Sencillamente genial. Temas universales tratados con originalidad y profundidad; una locura intertextual desopilante y política. Sienta las bases de una nueva narrativa.
No ficción: Olivos (Aguilar), de Soledad Vallejos. En cada capítulo se talla la historia del país. Bien documentado y muy interesante. Nos muestra la cara doméstica de las figuras que gobernaron y también nos muestra la construcción del poder.
Juvenil: Me enamoré de una vegetariana, de Patricia Kolesnicov (Norma). Toca un tema fundamental con la frescura y la naturalidad que exige y nos entrega en bandeja una historia que es entrañable a la vez que instructiva. Ayuda a abrir los ojos y mirar con amor y bondad toda la belleza.
Extranjero: Esperando a Míster Bojangles, de Olivier Bourdeaut. Una historia de amor, locura y muerte. Conmovedora hasta las lágrimas. Música de principio al fin.

Cecilia González, periodista.

Ficción: 1982, de Sergio Olguín (Alfaguara).
No ficción: El salto de papá, de Martín Sivak (Seix Barral).
Extranjero: El cuento de la criada, de Margaret Atwood (Salamandra). Aunque es de 1984, se puso de moda por la serie, y lo bien que hicieron en reeditarlo, es un gran libro.

Matilde Sánchez, escritora y editora de Revista Ñ

Ficción: Seres queridos, de Vera Giacone. Por sus microscopías de la emoción; su ficción se lee "en serio" porque su joven autora no recurre a ninguna fórmula, yeite ni maña.
Tres visiones de Las mil y una noches, de Daniel Guebel. Guebel, que sabe que el mundo existe por el hecho de nombrarlo, nos regala un riquísimo génesis. Y dos teorías sobre su antítesis.
No ficción: Un año sin primavera, de Marcelo Cohen. Un relato de viajes en simultáneo, por los libros y las lecturas, por los avatares del clima y el tiempo de vida, escrito con una intensidad sin apuro.
Extranjero: Joyita, de Patrick Modiano. Redescubro al autor, muy poco leído por mí en los 80, como un maestro de los detalles tenues. ¡Continuaré!

Pablo Plotkin, periodista y escritor.

Ficción: Éste es el mar, de Mariana Enriquez (Literatura Random). Lo fantástico aplicado a la mitología del rock. De alguna manera podría caber en juveniles, también, cosa que para mí es un mérito.
No ficción: El salto de papá, de Martín Sivak (Seix Barral). Una historia dramática narrada como comedia negra.
Extranjero: Querida Ijeawele. Cómo educar en el feminismo, de Chimamanda Ngozi Adichie (Literatura Random).

Virginia Cosin, periodista y escritora.

Ficción: Tren eléctrico, de Iair Kon (Milena Caserola). Esta novela es como un álbum en el que algunas fotos han sido intervenidas por los rayos del sol y las fricciones del tiempo. Kon escribe sobre la extranjería, los lazos filiales y el amor con la fluidez del que no busca a las palabras, sino que deja que vengan a su encuentro.
Reconocimiento de terreno, de Tamara Tenenbaum (Pánico al Pánico). Un libro de poesía que puede leerse como una novelita condensada. En la poesía de Tenembaum herencia y tradición son las raíces que, como esos cables que hay que cortar para desactivar un explosivo, la narradora elige preservar o descartar para hacerse a sí misma.
Peso estructural, de Gonzalo Castro (Entropía). Dos hermanos, dos viajes, tiempo, espacio y movimiento. La precisión verbal de Peso estructural es, al lenguaje, lo que la precisión del cronómetro es a la medida del tiempo. Diría el narrador que es un relato eleático: siempre se puede, entre un intervalo y otro, introducir otro intervalo.
Los arreglos, de Marina Yuszczuk (Rosa Iceberg). La voz de Marina Y. es entre tenebrosa y adorable. Lo cotidiano se vuelve extraño, las casas y los cuerpos, todo lo que aloja, se puede romper o venir abajo. El amor, la maternidad, la amistad, la convivencia con los otros, son los asuntos que mira y narra desde un lugar al que sólo ella tiene acceso.

No ficción: Citas de lectura, de Sylvia Molloy (Ampersand). Los últimos libros de Molloy son breves, sintéticos y condensados. Relatan experiencias; la memoria, las lenguas y los libros constituyen su materia expresiva. En este nuevo librito repasa con esa misma sensibilidad su biografía, a partir de los libros que leyó e hicieron de ella quien es.
La tarea del Crítico, de Walter Benjamin (Eterna Cadencia). Benjamin es, quizás, el más original de los críticos culturales del siglo XX, autor de una obra dispersa y profusa. Mariana Dimópulos, en La tarea del crítico, traduce y reúne los textos de crítica literaria de Benjamin, precedidos por breves introducciones que son como pequeños mapas-guía para leer el este libro.
Extranjero: Once tipos de soledad, de Richard Yates (Fiordo). Junto a los nueve cuentos de JD Salinger, este debe de ser uno de los libros más perfectos de la narrativa norteamericana del siglo XX. De una honestidad perturbadora, cada uno de estos cuentos es como un espejo en el que podemos ver reflejadas algunas de las miserias que todos guardamos en lugares oscuros e inaccesibles.
Suicidio, de Eduard Leve (Eterna Cadencia). Otro libro breve y perturbador, cuya lectura nos desnuda y nos deja como a la intemperie, debajo de un cielo cargado y gris, pero del que no podemos sustraernos por la carga de belleza y de verdad que contiene.

Gonzalo León, periodista y escritor.

Ficción: Para mí hay tres libros que fueron importantes este año, por lo que propusieron y lograron. Suele pasar que una buena novela propone algo pero no logra todo lo que se propone, pero Las aventuras de la China Iron, de Gabriela Cabezón Cámara (Literatura Random House), que es un tratado queer de la literatura argentina sin renunciar por eso a la peripecia y al género que aborda.
La escuela neolacaniana de Buenos Aires, de Ricardo Strafacce (Blatt & Ríos), que desarrolla mucho más y mejor el desmadre a los que somete a sus personajes y que lleva a reflexionar sobre el concepto de personaje que tiene este autor y que es el no-personaje o el personaje que se evapora, que está en función de la peripecia. Y por último, pese a que algunos lo pondrán en no ficción.
Un día en la vida, el último tomo de Los diarios de Emilio Renzi, de Ricardo Piglia (Anagrama), en donde arma eso que llama una novela verdadera pero para ello renuncia en este tomo al proyecto de diarios en pos de un libro que es extraordinario.

No Ficción: Un año sin primavera, de Marcelo Cohen (Entropía), me parece un gran libro, que demuestra a un escritor no sólo ensayando temas sino relacionándolos de una manera inesperada.
Revolución en el arte, de Oscar Masotta (Mansalva), que si bien es una reedición de sus textos sobre arte (con una impecable introducción de Ana Longoni), es tan contingente no sólo para pensar el arte, sino para pensar, por ejemplo, la poesía argentina tan vinculada al arte pop.
La risa caníbal, de Andrés Barba (Fiordo), es otro libro de ensayos que como el de Cohen y otros abordan un tema o varios temas con destreza narrativa, no es usual que un ensayo sobre la risa provoque risa y este es el caso, en especial los dedicados a Hitler y Chaplin y a George W. Bush, que parece ser el gran payaso moderno.
Infantil/Juvenil: Si bien no pertenece a la categoría, y es poesía, creo que 200 ideas de libros, de Mariano Blatt (Iván Rosado). Los chicos que lo lean se van a reír mucho porque son ideas o títulos para escribir libros.
Extranjero: En el corazón del corazón del país, de William Gass (La Navaja Suiza), con una muy buena traducción Rebeca García Nieto. Es un libro de relatos que muestra al estadounidense muerto recientemente a los 93 años como un autor que reflexiona en la práctica de los problemas de la literatura: personaje, la trama, todo está en cuestión en estos maravillosos relatos. Y también, aunque sólo voy por la mitad, Contra el sueño profundo, de Peter Handke (Nórdica), que son ensayos sobre literatura austriaca, Kafka y Ludwig Hohl, entre otros.

Martín Kohan, escritor

Ficción: Tipos móviles de Leonardo Sabbatella. No voy a decir, como se dice a veces en casos así, que esta tercera novela consolida su proyecto literario; porque, a mi entender, la literatura de Sabbatella nació sólida ya en su primer libro.
No ficción: El tiempo de la convalecencia de Alberto Giordano. No es un libro de escritura "libre"; es un libro de escritura liberada o, más exactamente, de una escritura liberándose. La tradición del ensayo, tan estudiada por Giordano, en parte, y en parte Facebook, pasión reciente, dan cuenta de esa liberación en el escribir.
Extranjero: ¿Se puede votar a futuro? El Cuenco de Plata acaba de publicar El atentado de Sarajevo de Georges Perec. Doy por descontada mi preferencia.

Miriam Molero, escritora y periodista.

Ficción: Cadáver exquisito, de Agustina Bazterrica (Alfaguara). Premio Clarín. La novela distópica más inesperada en el país del asado. Económica, intensa aunque no desaforada, desalmada. Es una de esas obras que aparece para mover el amperímetro de las ventas y ganar nuevos lectores para la literatura local.
La casa de los eucaliptus, de Luciano Lamberti (Literatura Random House). Textos de terror que no sugieren el miedo o el espanto o el estremecimiento; directamente lo provocan.
Éste es el mar, de Mariana Enriquez (Literatura Random House). En la línea del maravilloso Bajar es lo peor, del suspenso al fantasy de alto vuelo en el mundo de las estrellas de rock.
Tarda en apagarse, de Silvina Giaganti (Caleta Olivia). Un libro de poemas con honestidad brutal y profunda sensibilidad. La poesía como plataforma de supervivencia.

No ficción: El negro corazón del crimen, de Marcelo Figueras (Alfaguara). La reconstrucción de años de Rodolfo Walsh a partir de la génesis de Operación Masacre. Policial inglés, novela negra, romance, biografía son mosaicos que usa Figueras para armar un relato perfecto.
El salto de papá, de Martín Sivak (Seix Barral). Reconstrucción novelada de juventud, adultez y salto al vacío de Jorge Sivak. Un hijo, un padre, un hermano secuestrado, un banco en quiebra, todos los ingredientes de la ficción en una historia verdadera y dolorosa.
Crimen y vanguardia. El caso Schoklender y el surgimiento del underground en Buenos Aires, excelente ensayo del periodista Fernando García (Paidós) sobre la contracultura de los años 70 y 80 donde a veces lo que brillaba sí era oro y lo que no brillaba era puro barro y ocultamiento.
Infantil: El cepillo del rey, de Pedro Mairal (Sudamericana). La historia de una princesa rebelde y de un cuento rebelde que respeta la tradición del cuento infantil sólo para subvertirlo.
Me enamoré de una vegetariana, de Patricia Kolesnicov (Norma). La vida de Martina es muy normal, como ella dice, hasta que se fascina nada menos que con una alumna nueva, que además es española y encima, vegetariana.
Extranjero: El domingo de las madres, de Graham Swift (Anagrama). Elegancia y sutileza para retratar una sociedad de clases en la periferia del sexo, la moral y el futuro ya trazado.
Los elementales, de Michael McDowell (La bestia equilátera). Obra maestra del terror publicada en 1981. El autor falleció en 1999.
Stoner, de John Williams (Fiordo). Publicada en 1965, vida y obra de un don nadie que sin llegar a triunfar dio un paso más adelante que muchos de su generación.

Patricio Pron, escritor.

Ficción: La parte soñada, de Rodrigo Fresán (Literatura Random House). Porque no hay nada más rockero que morirse y nada más extranjero que un argentino, en particular si escribe novelas como ésta, al margen de su lugar de residencia.
No ficción: Cronografías. Arte y ficciones de un tiempo sin tiempo de Graciela Speranza (Anagrama). Un libro seminal para entender nuestros tiempo y su concepción de, sí, el tiempo.
Infantil/Juvenil: Waterloo y Trafalgar, de Olivier Tallec (Adriana Hidalgo editora).
Extranjero: George Orwell fue amigo mío, de Adam Johnson (Seix Barral). Muy, muy buenos cuentos a cargo de uno de los mejores narradores norteamericanos de la actualidad. (El que prefiera novelas, y de proximidad, puede optar por Había mucho humo o neblina o no sé qué, de Cristina Rivera Garza o Puerto Belgrano de Juan Terranova, ambas en Literatura Random House.)

Gonzalo Heredia, actor.

Ficción: Once tipos de soledad, de Richard Yates (Fiordo) me pareció lo mejor que leí este año. No conocía a Yates y supe que no tenía mucho publicado, y esta reedición la celebro. A la cuarta línea ya sabés que estás frente a una obra enorme. Yates describe muy bien las relaciones, no son estereotipadas, se mete en una tercera capa de relaciones, uno intuye que los personajes van a terminar mal, no va a ver redención. Deja que se escurra.
El cielo de los animales, de David James Poissant (Edhasa). Más libros de cuentos, me gusta conocer al autor desde ahí. Tiene una escritura muy Carver, oraciones cortas, precisas, concretas y profundas. Gran heredero carveriano.
El papel preponderante del oxígeno, de Ángeles Salvador (Reservoir Books). Lo leí en día, me gusta ese retrato de los 90 a través de los ojos de una peluquera que habla mucho de esa época, lo que es la belleza, lo superficial, lo que se manejaba mucho en esa década: la señora que se iba a hacer los claritos y gastaba fortunas en manicuras y estábamos todos despilfarrando en una mentira como fue el uno a uno pero visto desde ahora. Quizá al final tiene una vuelta muy oscura, pero está bien construido.
No soñarás flores, de Fernanda Trías (Hum). La carburación de la cabeza de la narradora en cuentos que en una primera lectura creés que no pasa nada.

Patricio Zunini, periodista y escritor.

Ficción: El artista más grande del mundo, de Juan José Becerra (Seix Barral). Becerra es un genio. Habría que pintarlo en las paredes. Con cada novela se supera a sí mismo y, si creíamos que después de El espectáculo del tiempo había llegado al límite, bueno, nos equivocamos. Hay que darle un premio o un abrazo. Además, es hincha de Boca.

No ficción: Chicos de Varsovia, de Ana Wajszczuk (Planeta). En esta categoría hubo muchísimos y muy buenos libros: Olivos, de Soledad Vallejos (Aguilar), Maniobras de evasión, de Pedro Mairal (Planeta), incluso la reedición de 12 escritores norteamericanos, el primer libro de Piglia (Tenemos las máquinas). Me quedo con el de Wajszczuk por la manera en que conjuga la enorme investigación y documentación con una tensión narrativa propia de la ficción.
Extranjero: Noche caliente, de Lee Child (Blatt & Ríos). Aquí va una apuesta fuerte de una editorial boutique que se mete en un género popular y triunfa. Lee Child creó un personaje asombroso, Jack Reacker: un detective infalible que atrapa a los malos, seduce a la más linda y así como llegó se vuelve a ir. Hay otros personajes como él en la literatura y uno quiere que fracasen todo el tiempo. Pero con Reacher uno se hace fan en las primeras páginas. Incluso antes: ya desde el gran prólogo de Gandolfo que trae el libro.

Pablo Braun, editor de Eterna Cadencia.

Ficción: El artista más grande del mundo, de Becerra (Seix Barral).
No ficción: La historia de las cosas, de Annie Leonard (Fondo de Cultura Económica). Es una reedición.
Infantil: Los pájaros, de Albertine y Germano Zullo (Zorro Rojo).
Extranjero: El salvaje, de Guillermo Arriaga (Alfaguara).

Mariana Enriquez, periodista y escritora.

Ficción: La casa de los eucaliptus, de Luciano Lamberti (Literatura Random House).
No ficción: Migré, de Liliana Viola (Sudamericana).
Extranjero: Madame Zero: 9 stories, de Sarah Hall (Harper Collins).

Panozzo, Enriquez, Braun y Farrell también eligieron sus favoritos
Panozzo, Enriquez, Braun y Farrell también eligieron sus favoritos
Marcelo Panozzo, editor a cargo de la Secretaría de Patrimonio Cultural.

Ficción: Inventario de inventos (inventados), de Eduardo Berti (Impedimenta).
No ficción: Migré, de Liliana Viola (Sudamericana).
Juvenil: La colección de Bruno Munari (Niño Editor).
Extranjero: Pretentiousness: Why it Matters, de Dan Fox (Fitzacarraldo Editions).

Santiago Farrell, editor de El Observador, en Perfil.

No ficción: Todo lo que necesitás saber sobre Medio Oriente, de Khatchik DerGhougassian (Planeta). Es excelente.
Extranjero: Patria, de Fernando Aramburu (Tusquets).

Víctor Malumián, editor de Godot.

Ficción: El conserje y la eternidad, de Ricardo Romero (Alfaguara). Adentrarse en el terror en el 2017 es un gesto audaz, si además se hace con originalidad pero con claros guiños a la tradición del género es aún más valioso. Un libro con muchos niveles de intertexto que le permite al lector completar con sus propias experiencias una lectura más profunda. Romero es uno de los autores que hay que seguir con atención.
Infantil: 13 Palabras, de Lemony Snicket y Maira Kalman (Limonero). Uno de los libros más hermosos para leer junto a tus hijos. El trabajo de traducción de Lilia Mosconi es impecable, un doble juego entre la sonoridad de las palabras y su significado. Las ilustraciones no hacen más que realzar una historia tan entretenida como hermosa.
Extranjero: Once tipos de soledad, de Richard Yates (Fiordo). El tipo de libros que te permite olvidarte de todo, te sumerge en una lectura profunda donde cada cuento es una experiencia de vida.

Rafael Toriz, periodista y escritor.

No ficción: En estado de viaje, de Clarice Lispector (Fondo de Cultura Económica). Una selección de textos, cartas, crónicas y prosas diversas que permiten comprender la intimidad como espacio público, con ese extraño desarraigo de la exiliada permanente de un país inexistente.
Elogio del olvido, un ensayo de David Rieff (Debate) sobre las paradojas de la memoria histórica. Una reflexión de primer orden sobre los conflictos políticos de nuestro tiempo.
Ficción: Diarios, de Gombrowicz (El Cuenco de Plata) en lo que hasta ahora parece ser la edición definitiva. Una obra proteica, poderosa y luminosa que reclama su lugar como una de las obras esenciales del siglo XX.

Osvaldo Aguirre, periodista y escritor.

Ficción: Jajaja, de Inés Acevedo (Mansalva). La piel de caballo, de Ricardo Zelarayán (Adriana Hidalgo), reedición. El conserje y la eternidad, de Ricardo Romero (Alfaguara). Notas al pie, de Nacha Vollenweider (Maten al Mensajero). Secreto intransferible, poesía reunida de Francisco Gandolfo (Iván Rosado).
No ficción: El libro de los géneros recargado, de Elvio E. Gandolfo (Blatt & Ríos); Los Monos, de Germán de los Santos y Hernán Lascano (Sudamericana); La vida en el archivo, de Lila Caimari (Siglo XXI). Extranjero: Así en la tierra como debajo de la tierra, de Ana Paula Maia (Eterna Cadencia).

Diego Genoud, periodista.

Ficción: Las cosas que perdimos en el fuego, de Mariana Enríquez (Anagrama) y A tontas y a locas, la reedición del libro de Maria Moreno (17 grises).
No ficción: La larga marcha de Cambiemos, de Gabriel Vommaro (Siglo XXI), porque combina una mirada crítica con un trabajo sistemático de investigación y entrevistas con funcionarios y dirigentes de Cambiemos que vienen del sector privado y explican su salto a la política.
Juvenil: Mentiras y moretones, de Pablo Bernasconi (Sudamericana) pero es de 2016.
Extranjero: Verano, de J. M. Coetzee (Mondadori).

Federico Kukso, periodista científico.

Ficción: El astronauta de Bohemia, de Jaroslav Kalfar (Tusquets). Una voz nueva, potente y llena de energía que en esta pequeña gran historia le devuelve a la gran aventura humana, la exploración espacial, toda su poesía.
No ficción: ​El gen: una historia personal, de Siddharta Mukherjee (Debate). Conocido por el ya clásico El emperador de todos los males: una biografía del cáncer, este reconocido oncólogo y escritor indio traza en un deslumbrante libro de 700 páginas la historia de una de las las ideas más peligrosas y persistentes de la modernidad.
Juvenil: ​​Me enamoré de una vegetariana, Patricia Kolesnicov (Norma). Una novela de iniciación que vuelve visible aquello que durante años se buscó ocultar y enmascarar como vergüenza.
​Extranjero: We have no idea, ​A guide to the Unknown universe, de Jorge Cham y‎ Daniel Whiteson. El creador de la famosa tira cómica PHD Comics, sobre la intimidad del mundo de la actividad científica, une fuerzas con el astrofísico Daniel Whiteson para mostrarnos cuán poco sabemos del universo en el que vivimos. ​
El ojo desnudo, de Antonio Martínez Ron (Crítica). Un fascinante viaje sobre por qué vemos lo que vemos.
Dragon Teeth, de Michael Crichton. Obra póstuma del gran maestro del thriller sobre la famosa Guerra de los huesos en Estados Unidos.
The River of Consciousness, de Oliver Sacks. Libro póstumo del gran neurólogo inglés. Además: porque amamos a Oliver Sacks.
Quackery: A Brief History of the Worst Ways to Cure Everything, de Lydia Kang y Nate Pedersen. Un hipnótico recorrido por los productos médicos más desopilantes de la historia.

Florencia Ure, gerente de comunicaciones Random House.

Ficción: Los mejores días, de Magalí Etchebarne (Tenemos las Máquinas). Maneja la genialidad con una naturalidad pasmosa. Es como llenarte la boca de esos caramelitos que explotan. Un festival de fuegos artificiales en la cabeza.
No ficción: El salto de papá, de Martín Sivak (Seix Barral). Imposible anticiparse a lo que provoca cada una de sus frases. El libro te enfrenta a todo, no te deja hacer la plancha ni un minuto.
Juvenil: El libro de la oscuridad, de Philip Pullman (Roca). Dentro de la abstinencia de Harry Potter, una alegría haber dado con este libro.
Extranjero: El ferrocarril subterráneo, de Colson Whitehead (Literatura Random House) Una historia tan salvaje como luminosa.

Valeria Tentoni, escritora.

Ficción: Variaciones postales, de Kazimierz Brandys (Adriana Hidalgo) y otro libro inclasificable, cruza de diversas libertades: Dos libros, de Elsie Vivanco. Ojalá se reediten sus libros anteriores, también bastante inclasificables en general.
No ficción: ¡El arte o la vida! de Tzvetan Todorov (Edhasa) y Correspondencia teórica. Cartas sobre problemas literarios de Gustave Flaubert (Mardulce).
Infantil: 13 palabras, de Lemony Sniket, ilustrado por Maira Kalman (Limonero) Y Calibroscopio reeditó un libro que era muy difícil de conseguir y es excelente, los chicos lo adoran, se pasan horas con él: es de David Legge, ahora le tradujeron el título como Algo raro en casa del abuelo. Es divino y a buen precio.

María Eugenia Ludueña, escritora y periodista.

Ficción: Tiempo muerto, de Margarita García Robayo (Alfaguara)​ y Los silencios, de Mauricio Koch (Conejos). Preciosas novelas cortas, género que adoro. Detrás de la simpleza aparente se abordan complejamente temas como identidad, territorio, y el impacto del tiempo en los vínculos. ​
No ficción: Chicos de Varsovia, de Ana Wajszczuk (Sudamericana) y El salto de papá, de Martín Sivak (Seix Barral)​. Parten de una historia familiar y viajan más allá. Hibridan géneros con prosa hermosa, dejan huella en la memoria histórica.
Infantil/Juvenil: El árbol negro, de Guerrero, Osa, ​Silva y Capella (Caracatá).​ Ilustraciones tan bellas como el viaje interior que se narra, sin moralejas pero con certezas ineludibles. ​
Extranjero: Manual para mujeres de limpieza, de Lucía Berlin. Cuentos perturbadores y conmovedores, pura sensibilidad y agudeza para pintar una época, un lugar y personajes impredecibles.

Patricia Kolesnicov, periodista y escritora.

Ficción: Las aventuras de la China Iron, de Gabriela Cabezón Cámara: una reescritura salvaje de la gauchesca, con una distorsión del origen que habla de un proyecto de país diferente.
No ficción: El mono en el remolino, de Selva Almada (Literatura Random House). Una mirada iluminada sobre los pueblos originarios hoy, hecha de manera lateral mientras se mira filmar Zama.
Infantil/Juvenil: Elisa, la rosa inesperada, de Liliana Bodoc (Norma).
Extranjero: El piano oriental, novela gráfica de Zeina Abirached (Entrecomics).

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Fuente: SM

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