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De chico recibió inyecciones de crecimiento y de grande se consolidó como figura de Newell’s: el lado B de Ariel Cozzoni

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Ariel Osvaldo Cozzoni llegó a ser goleador del fútbol argentino en la temporada 1989/1990 y fue transferido a Europa en una operación que se frustró a los pocos meses por falta de pagos y la intromisión de la FIFA. Fue dirigido por Marcelo Bielsa y terminó retirándose del fútbol de forma prematura por una lesión de rodilla que arrastró en su última etapa.

El fútbol y su vínculo con la lepra lo mamó de pequeño. Su padre era fanático y lo acompañó durante todo su desarrollo como jugador amateur, pero también lo asoció a Newell’s, club al que acudían para que hiciera natación y viera de cerca en los entrenamientos.

"Siempre me gustó el fútbol. Yo vivía en Cafferata y La Paz. Había una carnicería que hacía de arco y la casa de Jorge Di Benedetto era el otro arco. La calle era de tierra con unos pozos bárbaros, pero no nos doblábamos los tobillos y la pelota nunca picaba mal. Allí comenzó todo", contó Cozzoni al aire de Cadena OH!.

“A los cinco años ya era socio de Newell’s. Mi viejo me llevaba a natación y él se iba a ver la práctica de la primera, pero yo a los 10 minutos me iba a ver el entrenamiento con él. Vivíamos a diez cuadras del estadio y uno siempre pensaba qué lindo sería llegar a jugar en primera división y hacerle un gol a Central, esa era mi única meta”, recordó.

De más grande, su apodo fue Chancha, aunque lo cierto es que de chico Cozzoni era flaco y espigado. Al punto tal que le encomendaron un complejo vitamínico para que ganara masa muscular. Su ensanche físico y efectividad para la definición lo convirtieron en 9 tras dar sus primeros pasos en el fútbol como volante por izquierda.

“Yo era muy flaquito, jugaba de volante por la izquierda, hacía muchos goles, muy habilidoso pero muy menudito, por lo que tenía que pasar todas las semanas por el departamento médico de Newell’s donde me aplicaban una inyección y era lo que me transformaba”, bromeó.

Con la nada despreciable faena de 23 goles, se consagró máximo goleador en la 89/90 (Mario Bevilacqua de Talleres quedó segundo con apenas 16). De la mano de Yudica jugó casi siempre de titular y eso motivó el interés de clubes europeos. Su experiencia en el fútbol francés fue traumática: firmó por 4 años, pero se volvió a los 7 meses por falta de pago a él y a Newell’s, que realizó el reclamo ante la FIFA.

"Yo tenía claro que iba a terminar mi carrera y que iba a radicar en Rosario. La etapa más dura fue cuando estuve en Francia, allí la pasé mal. Pero superar los obstáculos que te da la vida es lo que intento inculcar a los chicos, yo estuve once años como coordinador de la escuela de fútbol de Newell’s. Les digo que hay que darle al estudio, que podés tener muchas condiciones para jugar, pero que no sea una frustración llegar a primera", apuntó.

Tras su regreso a la lepra, una lesión lo obligó a dejar prematuramente el fútbol. Se alejó de la pelota, pero a medias: fue presidente del club de barrio del que surgió Ángel Di María y donde le picó el bicho “político” antes de ser elegido concejal de Rosario en 2019.

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Cadena OH! · ARIEL COZZONI

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